Me gusta el calzado como prenda, objeto fetiche, objeto de coleccionismo, o como parte de nuestra vida diaria. Me disgusta el calzado como claro símbolo del consumismo, de la economía sumergida y la explotación. Funcional en unos casos, complemento estético a nuestro estilo y marca personal; nuestro calzado dice de nosotros y nos encasilla socialmente. Me atrae especialmente la zapatilla abandonada en cualquier calzada, en cualquier contenedor. Muerta, inerte…
Shoefiti es un juego de palabras entre shoe+graffiti, zapatillas colgadas de tendidos eléctricos como código urbano. La práctica se atribuye en Estados Unidos a una moda de arte callejero o como manera de «marcar» territorios de pandilleros o venta de drogas. Con los años esta práctica se ha extendido a países de todo el mundo con diferentes interpretaciones sobre el significado de esta tendencia: asesinatos, delimitación de territorios, robos, pérdida de virginidad, como una forma de deshacerse de zapatos viejos y desgastados o como mera decoración.
Como artista urbano investigo esta tendencia: la siento y observo como metáfora de un inicio o del final de una historia. La historia de cada uno de nosotros.